Es una gozada cuando alguien, con o sin criterio fotográfico, hace una buena fotografía de un retrato. Captura ese momento donde los demás y uno mismo, el retratado, se reconoce. Ese instante pleno.
Los autorretratos ,o selfies como se dice hoy, me parecen complejos. Retratarse a uno mismo no es nada fácil. Si es mediante la fotografía, el disparador automático es el que manda y así nacen estas fotografías un mediodía de verano, sola y agusto experimentando donde quise reflejarme tal y como me sentía. Es divertido y emocionante el momento en que se produce aunque no dependa de uno mismo como pasa con un dibujo, un cuadro o una escultura.